Un sabio maestro estaba caminando con sus alumnos. En el camino vio algunas personas con enojo gritando uno al otro gritando en alta voz. El maestro Preguntó a los alumnos porque las personas se gritan el uno al otro cuando se tienen ira, incluso cuando el enemigo está físicamente muy cerca de ellos. Los estudiantes dieron diferentes respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro.
Finalmente, explicó que la gente grita cuando tienen ira, porque en ese estado su corazón está a gran distancia unos de otros. A pesar de que están cerca, sus corazones están tan distantes que tienen que gritar para ser escuchado. Cuanto mayor es la ira, mayor es la distancia entre sus corazones y más fuerte será su voz.
Por otra parte, cuando dos personas se han enamorado, hablan en voz baja y con frecuencia sólo susurran porque se pueden escuchar unos a otros porque sus corazones están juntos. Cuando el amor es muy intenso, es posible que se miren en silencio por mucho tiempo, porque en ese estado íntimo, la distancia entre sus corazones amorosos se reduce casi a cero y no necesitan palabras para la comunicación.
Aconsejó a los estudiantes para evitar discusiones airadas que aumentan la distancia entre los corazones, porque a veces aumenta la distancia a gran medida que un retorno al estado anterior de la amistad se hace difícil o imposible.
Jesús nos enseñó en Juan 13:34: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
Y en Mateo 12:36,37: Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
El apóstol Pablo aconseja en Efesios 4:29-32:
29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Proverbios 25:28: Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.
Aferrarse a la ira es como agarrar un carbón caliente con la intención de tirarlo a otra persona; pero es usted el que se quema.
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