Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. - Juan 14:6
‘Todos los caminos conducen hacia Dios.’ Eso es lo que muchos creen hoy en día. Pero, ¿será verdad? Es muy fácil creer que cualquier idea que tengamos de Dios, sumada a ciertos requisitos, pasos y rituales que supuestamente nos acercan cada día más a él, son suficientes para llegar a él y tener su bendición.
Demasiado a menudo pensamos que Dios no sabe todo lo que nos ocurre, o que se hace el ciego y el sordo ante lo que está sucediendo. De alguna manera creemos que somos los dueños de nuestro destino y que podemos hacer nuestro propio camino.
Pero, ¿acaso actuando así hemos encontrado la paz y la felicidad que tanto anhelamos? ¿Acaso hemos resuelto nuestra crisis de identidad y propósito en la vida? Por supuesto que no. Aún con las mejores intenciones, podemos estar sinceramente equivocados.
¿Qué hacer entonces? Necesitamos admitir que nuestros propios esfuerzos, por más nobles y convincentes que sean, no pueden llenar el vacío que tiene nuestra vida. El único que puede, y quiere hacerlo, es Dios.
Es por esta razón que hoy conmemoramos con alegría la Navidad, día en que recordamos y celebramos que Dios envió a su único Hijo Jesucristo a nacer al mundo para rescatarnos, perdonarnos, y restaurarnos, y ser, así, nuestro único camino al Padre. Gracias a su nacimiento, vida, muerte, y resurrección, ahora nuestra vida tiene sentido y razón de ser, y nuestra muerte ha sido conquistada.
ORACIÓN: Jesús amado, te bendecimos y glorificamos, te damos gracias y alabamos por tu nacimiento, muerte y resurrección por nuestro bien. Te pedimos que reines en nuestros corazones, y que seas tú nuestro camino. Amén.
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