Thursday, August 24, 2017

REFLEXION

Llevábamos allí varios días, cuando bajó de Judea un profeta llamado Ágabo. Éste vino a vernos y, tomando el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos, y dijo: -Así dice el Espíritu Santo: “De esta manera atarán los judíos de Jerusalén al dueño de este cinturón, y lo entregarán en manos de los gentiles”. Al oír esto, nosotros y los de aquel lugar le rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén. -¿Por qué lloran? ¡Me parten el alma! –respondió Pablo-. Por el nombre del Señor Jesús estoy dispuesto no sólo a ser atado sino también a morir en Jerusalén. Como no se dejaba convencer, desistimos exclamando: -¡Que se haga la voluntad del Señor! Hechos 21:10-14 

Padre, salva nuestras almas. Libra nuestras vidas de la tormenta, la espada, los piratas y las serpientes. Provéenos de una isla de refugio para que podamos continuar hacia nuestro verdadero puerto. Para tu eterna gloria te lo pedimos. Amén

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