Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. - Filipenses 2:8
El intercambio de regalos se ha convertido en el enfoque más importante durante la época navideña. Hasta los antiguos romanos tenían el hábito de mandar regalos a sus amigos en el año nuevo, que coincidía con los festejos al dios Janus, en el solsticio de invierno, donde se cerraba el ciclo de las estaciones y se abría otro.
Muchos cristianos entregan y reciben regalos el día de Reyes (6 de enero), entendiendo que fueron los sabios del Oriente los que regalaron oro, incienso y mirra al recién nacido Niño Jesús, como un acto de gozo y agradecimiento. Este gesto precisa llegar a lo concreto en la vida diaria, enfatizando que fue Jesús quien nos dio el más grande de todos los regalos: la salvación eterna.
Junto con los regalos tenemos que estar nosotros mismos en actitud de perdón y de reconciliación, en acción decidida por nuestro prójimo, en mejorar nuestro actuar con los que nos rodean, y con todos los que necesitan del amor de Dios. Cada nuevo año, los cristianos celebramos las bondades de Dios siendo bondadosos con otros.
Recordemos que Jesús es el mejor ejemplo de todo lo bueno. Él vino del trono de Dios a este mundo perdido para tomar nuestro lugar, y descendió a lo profundo del infierno para proclamar la “ganancia” de la salvación eterna para todos los creyentes. Su obra trae gran gozo a los cristianos.
Reflejemos ese gozo compartiendo el regalo de nuestra fe en Jesucristo en cualquier lugar del mundo. El Espíritu Santo nos promete equiparnos a través de su Palabra.
ORACIÓN: Jesús, gracias por humillarte y morir por nosotros para regalarnos el perdón y la vida eterna. Enséñanos a llevar tu amor y tu mensaje dondequiera que vamos. Amén.
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