El mejor momento para mantener la boca cerrada es aquel en que siente que tiene que decir algo o estallar.
El hablar malicioso es como:
Un viento helado, que hiela las aguas, mata las flores y termina con el crecimiento. Del mismo modo, las palabras amargas y llenas de odio colman los corazones de los hombres y causan que el amor deje de florecer.
Un zorro con una antorcha atada a su cola, enviado a los trigales como en los días de Sansón y los filibusteros. Así son los chismes divulgados sin control o razón.
Una pistola disparada en las montañas, cuyo eco se intensifica hasta aparecer el sonido de un trueno. Una bola de nieve que se va agrandando a medida que rueda.
Tal vez la mejor analogía es la que dio una niña que llegó corriendo hasta donde estaban sus aperes entre llantos.
-¿Te has lastimado tu amiga? -le preguntaron sus padres.
-Sí -respondió ella.
-¿Dónde? -le preguntaron los padres de nuevo.
-Aquí – contestó ella apuntándose al corazón.
Una palabra sin decir es como una espada en su vaina, si se ventila la ira, la espada terminará en manos de otro.
Proverbios 10:19
En las muchas palabras no falta el pecado; mas en que refrena sus labios es prudente.
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