Porque por fe andamos, no por vista. 2 Corintios 5:7
Diariamente haces cosas una y otra vez que se vuelven repetitivas y aburridas. Por ejemplo, todos los días de la semana te levantas a la misma hora, desayunas lo mismo y sigues la misma ruta hasta el trabajo. Vas a almorzar al mismo lugar, te detienes a tomar café en el mismo sitio y escuchas la misma estación de radio al viajar a casa.
Lo mismo puede ser cierto en nuestras vidas espirituales. El domingo en la mañana vamos a la iglesia y nos sentamos en las mismas sillas. Entonamos los mismos cánticos e himnos y aun hasta nuestras oraciones pueden parecer las mismas. Hacemos las mismas cosas una y otra vez y nos sentimos tentados a pensar: “Estoy haciendo lo mismo de siempre. Leo la Biblia y oro, canto en el coro, pero nada cambia. He hecho las mismas cosas por años y no estoy creciendo nada.”
¡Qué mentiras te están diciendo tus sentimientos! Esta manera de pensar te puede robar de la gracia de Dios. El hecho es que todos afrontamos repeticiones en nuestras rutinas diarias. Eso es simplemente vivir. La verdadera prueba de nuestro crecimiento es que no nos hemos dado por vencidos. Todavía nos estamos dando a la obra de Dios, día a día, semana a semana y año tras año.
Como puedes ver, crecer en la gracia no significa hacer más cosas o cosas más grandes para Dios. El crecimiento verdadero viene al hacer las mismas cosas una y otra vez, con una mayor seguridad de que lo estamos haciendo todo por Él. Es como cuando se aprende a escribir en primer grado.
Comienzas haciendo círculos y líneas, formando grandes letras, pero después de un tiempo, las letras comienzan a ser más pequeñas, quedan más juntas y eventualmente, aprendes a unir palabras, hasta que finalmente formas oraciones. Aun cuando has estado haciendo las mismas cosas repetitivas por mucho tiempo, has estado escribiendo, todo el tiempo has estado haciendo algo que vale la pena hacer.
Estoy convencido que el crecimiento espiritual ocurre más en las cosas repetitivas que en pasar de una actividad ministerial a otra. Se necesita más gracia para simplemente continuar cuando estamos cansados, quebrantados, desanimados o afligidos; que cuando todo es nuevo. Puedes pensar que estás muerto espiritualmente, que no vas para ningún sitio en las cosas del Señor, pero lo más probable es que estas creciendo en Cristo cada día.
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