La verdadera adoración no tiene nada que ver con rituales religiosos, sino más bien, con la pura y genuina expresión de alabanza que procede de un corazón dispuesto y anhelante. Respecto a esto, los niños tienen mucho que enseñarnos. Se acercan a nosotros sin intenciones escondidas, sin pretensiones, sin motivos. Se acercan con corazones sinceros. Es casi imposible alejarse sin haber sido afectado por estas afirmaciones sin trabas. Y para Dios, nuestra verdadera adoración es igualmente conmovedora.
Escoge cualquier método que te guste para adorar a Dios: cantando, leyendo las escrituras, orando en voz alta, o a través de una simple y quieta reverencia; existe un número ilimitado de formas. No importa que camino escojas, no olvides hacerlo con el corazón de un niño.
La adoración es vital en la vida cristiana, tal como el muelle principal lo es para el buen funcionamiento de un reloj.
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