Había cierto hombre llamado Ananías quien, junto con su esposa, Safira, vendió una propiedad; y llevó sólo una parte del dinero a los apóstoles pero afirmó que era la suma total de la venta. Con el consentimiento de su esposa, se quedó con el resto.
Entonces Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué has permitido que Satanás llenara tu corazón? Le mentiste al Espíritu Santo y te quedaste con una parte del dinero. La decisión de vender o no la propiedad fue tuya. Y, después de venderla, el dinero también era tuyo para regalarlo o no. ¿Cómo pudiste hacer algo así? ¡No nos mentiste a nosotros sino a Dios!».
En cuanto Ananías oyó estas palabras, cayó al suelo y murió. Todos los que se enteraron de lo sucedido quedaron aterrados. Después unos muchachos se levantaron, lo envolvieron en una sábana, lo sacaron y lo enterraron.
Como tres horas más tarde, entró su esposa sin saber lo que había pasado. Pedro le preguntó:
—¿Fue este todo el dinero que tú y tu esposo recibieron por la venta de su terreno?
—Sí —contestó ella—, ese fue el precio.
Y Pedro le dijo:
—¿Cómo pudieron ustedes dos siquiera pensar en conspirar para poner a prueba al Espíritu del Señor de esta manera? Los jóvenes que enterraron a tu esposo están justo afuera de la puerta, ellos también te sacarán cargando a ti. Al instante, ella cayó al suelo y murió.
Como seres humanos muchas veces fallamos porque ponemos nuestra mirada en las cosas de este mundo olvidando que todo lo material perece pero que nuestra salvación es eterna. Por esa razón es que debemos ser conscientes de nuestras decisiones y preguntarnos ¿cuál es el tesoro de nuestro corazón? ¿Qué o quién ocupa el primer lugar en nuestra vida? Dios o nuestra profesión, posesiones, pareja, hijos, ministerio, etc.
Si te equivocaste al tomar algunas decisiones, si la elección que hiciste un día consideras que fue la peor, hoy es el mejor día para cambiar tu realidad, todo tiene solución mientras tengamos vida.
Comienza a elegir bien y ve tras aquellas bendiciones que tu Padre Celestial preparó para ti. Sólo necesitas arrepentirte, pedirle perdón a Dios por tus pecados y empezar a vivir como un hombre y una mujer que lo agrada con cada una de sus acciones.
¿Cuál será tu elección hoy? ¿Vas a seguir dejándote llevar por las circunstancias, por tus emociones y sentimientos? ¿Vas a seguir buscando culpables? ¿Vas a seguir excusándote en tus debilidades para no cambiar? ¿Vas a seguir siendo víctima o te convertirás en el protagonista de tu vida?
Elegir bien es ser libre, es ser responsable de tus propias decisiones. Si no eres consciente de las mismas, el eslabón más débil de tu cadena se rompe y pierdes la libertad. Y sin libertad, olvidas tu verdadera identidad como hijo e hija de Dios.
Hoy te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre bendiciones y maldiciones. Ahora pongo al cielo y a la tierra como testigos de la decisión que tomes. ¡Ay, si eligieras la vida, para que tú y tus descendientes puedan vivir!Puedes elegir esa opción al amar, al obedecer y al comprometerte firmemente con el tú Dios. Esa es la clave para tu vida Deuteronomio 30:19-20 (NTV)
Una buena decisión para la eternidad, compensa miles de malas decisiones hechas sobre la tierra.
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