Saturday, September 10, 2016

HOY... GUARDARE MIS LABIOS LIMPIOS

Ay de mí, que estoy muerto; porque soy hombre de labios inmundos.  Isaías 6:5

La Gloria de Dios inundó el templo e Isaías cayó inmediatamente en sus rodilla y cuando sus ojos vieron la Gloria Divina a la misma vez vieron su bajeza humana.  Cada vez que me encuentro con Dios no solo veo su grandeza, su majestad y su Gloria sino que a la vez veo las cosas que hasta ese momento han parecido pequeñas y ahora se tornan grandes.

Para Isaías lo que hablaba y como lo hablaba  parecía no tener mucha importancia, pero ahora frente a la grandeza y Santidad de Dios lo que era pequeño se tornó inmenso y clamó… Soy hombre de labios inmundos.  Hoy, quiero acercarme a la Gloria de Dios para poder ver las cosas como realmente son y no como creo que son.  Hoy quiero cuidar mis labios y jamás prestarlos para las inmundicias de este mundo.

Cuando estoy en la presencia y santidad de Dios la convicción genuina nace y nuestra convicción se centra en nuestro pecado específico, y nos damos cuenta, como Isaías, de lo que realmente somos.   Cuando esto ocurre ya no sentimos una vaga sensación de pecado, sino que el enfoque es directo y personal y ya no lo podemos justificar.  Hoy quiero tener esta claridad de vida.

Se que no la puedo tener solo por mi fuerza, sino que eso viene precisamente de mi estadía ante la presencia de Dios.  Hoy traigo mis labios ante el altar de Dios para que con su carbón encendido los purifique. Por muchos años descuide la importancia de observar con detenimiento las palabras que salían de mis labios, pero al final un día fui confrontado con la declaración bíblica de que de la abundancia del corazón habla la boca y si observo atentamente lo que sale de mis labios podré determinar lo que existe en mi corazón.

Hoy quiero que mi corazón esté lleno de la presencia de Dios y de su Gloria, que mi corazón esté lleno de la Palabra de Dios y su alabanza y entonces lo que sale de mis labios serán las cosas puras que emanan de la grandeza de Dios.  Si así es ya no tendré que gritar como Isaías, con AY de mi que soy hombre muerto, sino un hombre vivo para la gloria de Dios.

Señor, Gracias por tu bondad y tu misericordia.  Quiero acercarme ante tu altar en este día con el deseo de agradarte y servirte.  Se que cuando tu presencia me llena, podré ver la realidad de mi pecado en la misma dimensión como tu la miras.  Veré el estado de mi corazón y la condición de mis labios, porque hay una conexión estrecha entre el corazón y los labios.  Amén.

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