¿Cuánto hemos cambiado de nuestra vida real por cosas que no perduran? Canjeamos cuerpo sanos por placeres momentáneos, integridad personal por una riqueza que pronto se evapora, honestidad por mentiras, la guía sabia de Dios por nuestros propios caminos egoístas. Pecamos cuando nos disponemos a cambiar el "producto original" que Dios ya nos ha dado por una "imitación barata".
Nuestra vida de apariencia puede engañar a algunas personas, pero nunca a Dios. Aún así, a pesar de lo que Él ve en nosotros, nos ofrece misericordia. ¿Es usted una empresa que se maneja sola, una falsedad en su máxima expresión? O se ha puesto bajo el cuidado de Dios?
¿necesitan las decisiones que hoy deba tomar una segunda consideración? Pienselo bien.
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