Si no podemos estar personalmente en la batalla, no debemos desalentar a los que están combatiendo.
Un jefe de tribu de los escoceses cayó en la batalla de Sheriff-Muir. Cuando sus soldados vieron caer al jefe, vacilaron un momento, dando una gran ventaja por ello al enemigo. El viejo caudillo al ver lo que acontecía, se incorporó y aunque la sangre manaba de sus heridas, gritó:
--No estoy muerto, hijos míos. Os estoy mirando, y espero que cada uno cumpla con su deber.
Estas palabras sirvieron de estímulo a los soldados, llevándolos a hacer esfuerzos casi sobrehumanos.
Así, cuando nuestras fuerzas flaquean y nuestros corazones están apesadumbrados, Cristo nos dice: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28:20
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