Una pequeña niña tenía un hermoso pañuelo de seda regalo de su madre amorosa. Era su posesión más preciada y solía llevarlo con ella donde quiera que iba. Un día limpiando su mesa, una botella de tinta cayó y la tinta se derramó sobre la mesa. Su pañuelo estaba sobre la mesa y un poco de tinta cayó sobre el haciendo una fea mancha en el bonito pedazo de tela. Ella lloró lamentándose que su tesoro más querido estaba dañado. Lo dejó sobre la mesa y se fue, llorando con tristeza.
Un talentoso artista visitaba la familia. Él vio el pañuelo manchado y la niña triste. Tomó el pañuelo y cuidadosamente pintó en él la imagen de una bella flor incorporando hábilmente todas las manchas de tinta artísticamente en el dibujo. Luego mostró el pañuelo a la niña triste. Al ver a la bella figura de la flor dibujada de la tinta fea, ella saltó de alegría sosteniendo el pañuelo en alto. El artista la consoló y le dijo que no hay que sentirse deprimido cuando nos enfrentamos a fallas o pérdidas aparentes.
Tenemos que tratar de convertir nuestros fracasos en ocasiones para mejorar para alcanzar la victoria. Las fallas deben ser peldaños para llegar a las alturas del éxito final. Grandes siervos de Dios han soportado sus sufrimientos como un sacrificio de amor al Dios vivo y han entrado a las alturas de la santidad.
Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar. Habacuc 3:19
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