"La paz del alma es un don que proviene únicamente de Dios".
Uno de los mayores retos que enfrenta el ser humano en estos días es de vivir en paz consigo mismo y con quienes lo rodean. Muchas personas no pueden completar sus horas de sueño a causa de algo que los menoscaba la mente. Entonces buscan mecanismos de defensa: huir del lugar que les provoca ese estado de ánimo, separarse de la familia, enredarse en relaciones afectivas improvisadas, etc. No son pocos los que optan por el suicidio.
Si estás pasando por alguna situación de dolor, un divorcio, la pérdida de un empleo, alguna enfermedad terminal, la muerte de un ser querido o cualquier otra situación difícil, quiero decirte que hay esperanza. A cada noche oscura le sigue el día. La esperanza del creyente tiene un sustento sólido. Nunca debemos olvidar que somos lo que esperamos.
La esperanza es la chispa que nos hace vibrar, nos ayuda a vivir, nos toma de la mano para conducirnos de las tinieblas a la luz.
Con un ser tan bondadoso como nuestro gran Dios, el Creador, no tenemos nada que temer. Desde que el dolor y el sufrimiento fueron introducidos a la tierra por el gran enemigo de las almas, el ser humano, víctima de este gran conflicto universal, arrastra todo tipo de problemas: tristeza, depresión, grandes nubes oscuras que azotan su vida, y vive como si estuviera desamparado. Pero la buena noticia es que el mismo Dios que muchas veces sentimos ausente, está presente en cada momento duro que nos toque vivir. Así como estuvo junto a su Hijo en la cruz: silente, pero presente.
A ese Dios podemos apelar en las horas oscuras. Ese Dios de amor reconstruye hogares, nos da nuevas energías e ideas para enfrentar las pruebas y los desafíos, nos ayuda a entender que nadie aprende del placer ni de la bonanza, sino del sufrimiento y de la prueba. Porque el sufrimiento padecido junto a un Dios que nos da esperanza, trae consigo paciencia, y la paciencia engendra sabiduría. La Biblia dice: Deja la ira y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo. Salmos 37:8
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