Y estos son los que están junto al camino donde se siembra la palabra, aquellos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos. Marcos 4:15
Aun cuando reconozcas un susurro del Señor y le permitas desarrollar raíces profundas en tu corazón, siempre debes recordar que hay otras plantas muy fuertes que están creciendo en ese mismo corazón.
Es como en tu jardín, hay semillas de malezas, increíblemente fuertes, compitiendo por la misma humedad y los mismos nutrientes que necesita el plantío del Señor. Si esas otras palabras no son arrancadas de tu corazón, “ahogan la palabra” del Señor, secándola y dejándola “estéril”.
Cualquier jardinero sabe que si quieres plantar semillas de pasto en un nuevo terreno, más vale que fumigues la tierra y le añadas un producto que mate la maleza. De otra manera, sin importar cuántas semillas de pasto siembres, la maleza se aprovechará y se robará la humedad y el fertilizante para su provecho. En este mundo quebrantado, la maleza tiene la ventaja.
En otras palabras, lo que tú y yo hagamos en respuesta a lo que el Señor nos dice, determina lo que esas palabras producen en nosotros.
Ya que la palabra del Señor a veces pareciera débil e insignificante para nosotros la mayoría de las veces o al parecer no se relaciona con la “gran” necesidad que enfrentamos, es fácil pasar por alto o ignorar sus instrucciones.
Si no tenemos cuidado de darle a Sus palabras el peso que merecen en nuestras vidas, esas palabras no tendrán el impacto que Dios proyectó que tuvieran en nuestra situación. Por otro lado, cuando verdaderamente le prestamos atención a Su susurro en nuestro corazón, y seguimos Su consejo, experimentaremos beneficios y avances tremendos.
Si valoramos las palabras de Dios, nos enriquecerán. Si las cultivamos, harán que crezcamos. Las palabras de Dios producen buenos frutos en nuestras vidas.
Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra. Marcos 4:31
Pero no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que sólo son temporales. Entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen. Marcos 4:17
Hoy no quiero tropezar, porque sé que el Señor a través de su palabra está plantando en mi un jardín. Quiero disfrutar de ese jardín dejando que la Palabra crezca en mi. Amén.
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