EL ESPEJO DE LA PALABRA DE DIOS

23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.—Santiago 1:23-25

Algunas personas realmente les gusta los espejos. Ellos siempre están mirandose en ellos. Cuando están conduciendo, tienen su espejo retrovisor apuntando a sí mismos en lugar de la carretera detrás de ellos. Si están en un restaurante que tiene un espejo en la pared, quieren estar sentados al otro lado de ella para poder verse a sí mismos. Ellos nunca pierden la oportunidad de echar un vistazo rápido a sí mismos si un espejo se encuentra cerca. Por otro lado, algunos de nosotros no nos gusta mucho los espejos. De hecho, hemos llegado a rechazar los espejos, especialmente en las primeras horas de la mañana.

Un espejo refleja tu imagen, y eso no es necesariamente una mala cosa. Por ejemplo, imagine que usted está saliendo de un restaurante en su camino de vuelta al trabajo, y se da cuenta todo el mundo sonríe a usted. Usted piensa, me siento bien! Todo el mundo me quiere. A continuación, echas un vistazo a ti mismo en un espejo, y usted descubre por qué están sonriendo. No solo acabas de comer tu almuerzo - tambien lo llevas puesto. Un pedazo de la pasta está pegada en la barbilla, la salsa marinara y todo. Es vergonzoso. Pero es mejor que lo hayas visto en el espejo y corregir el problema en vez de pasar el resto del día con el fideo en la barbilla. El espejo mostró algo de ti que necesitaba ser arreglado.

De la misma manera, la palabra de Dios es como un espejo moral. Cuando nos miramos en el espejo de la palabra de Dios, vemos que grandes cambios deben tener lugar. También nos damos cuenta que no podemos mantener las cosas como estaban. Así que ese espejo es el que nos lleva a Jesús. —Greg Laurie