Saturday, July 8, 2017

PREPÁRATE

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Juan‬ ‭1:6‬

Se acerca la hora de Dios
Estamos ahora frente al predicador más grande que jamás haya vivido. Un simple mortal, les prevengo, un simple mortal. Aun así, hay tres cosas para resaltar sobre este predicador. 

En primer lugar, y si me permiten lo repetiré, era solo un hombre, un hombre de carne y hueso. Sí, Juan el Bautista era un hombre revestido en el espíritu y el poder de Elías, tanto así que hasta cierto punto, era como si fuera el mismo Elías. Sin embargo, aun Elías no era más que un hombre al igual que Juan. Todo esto debería servir para animarnos si pensamos que nosotros, siendo nada más que hombres, podemos ser llamados y usados por Dios para realizar grandes cosas. ¡Sí, ‘había un hombre’!

En segundo lugar, que este hombre era un enviado ‘de’ Dios; no enviado ‘por’ Dios sino ‘de’ Dios. Ser enviado ‘por’ alguien significa realizar la tarea encomendada en nombre del que nos envía. Sí, con autoridad, y sí, con igual poder y medios como nos hayan sido otorgados, sin embargo, existe una desconexión entre nosotros y el que nos envía. Por el contrario, ser enviado ‘de’ alguien significa todo lo que ya hemos mencionado ‘y algo más’ pues no hay tal desconexión con el que envía. Cuando vienes ‘de’ alguien y de algo, no solo tienes como mensajero el designio y el poder otorgados por el que te envía, sino que también llevas las ropas, la cultura, el tono y la entonación y el estilo y la semejanza del Remitente. Ser enviado ‘de’ un cuerpo, un lugar o una persona, literalmente, personifica a la fuente en el mismo corazón del remitente. Y más importante aún, la palabra ‘de’ lleva consigo la elasticidad de un regreso y una notificación, y la presencia manifiesta de la observación atenta del remitente sobre nuestra respuesta. Juan era un hombre enviado ‘de’ Dios. 

A pesar de la frase “se acerca la hora, se acerca el hombre” utilizada en demasía por algunos ‘reporteros deportivos’, es cierto que cuando la necesidad repique en el reloj de Dios, el hombre del momento llegará en ese instante. Sin embargo, si no hubiere sincronización entre nuestros relojes y el de Dios, indudablemente enfrentaremos tiempos de grandes decepciones. No obstante esto, ‘en la plenitud de los tiempos Dios envió a Su Hijo’ y para preparar el camino, en esa misma plenitud de los tiempos, hubo un hombre enviado de Dios. 

¿Quién era este hombre llamado directamente por Dios, cuyo certificado de nacimiento debidamente elaborado había sido entregado en persona por el ángel Gabriel, esa gran criatura de la orden Celestial que permanece de pie en la misma presencia de Dios? Bueno, su nombre es Juan, que literalmente significa: ‘El regalo de Dios’. Juan es el regalo de Dios; él es el ensayo antes de la obra. Juan es el regalo de Dios; él es el organizador de eventos. Juan es el regalo de Dios; él es el barrendero. Juan es el regalo de 
Dios; él es el que se encarga de dirigir a la gente en el estacionamiento durante ese día. Juan es el regalo de Dios; él es el que atrae la atención, la súper luna en el rojo del amanecer; sí, Juan es el regalo de Dios y la cálida voz de todas nuestras mañanas, llevando las advertencias de eternidad en su lengua cubierta de miel. Amigos, la hora de Dios está casi sobre nosotros.

¿Dónde están los hombres enviados desde el salón del trono del Altísimo?

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