En ocasiones nos quejamos cuando no debemos. En una ocasión un pastor manejaba a lo largo del país con un caballero. En ese entonces, todos sus hijos estaban en colegios privados y su esposa y él estaban “casi en bancarrota”. Empezó a quejarse un poco del gran costo de mandar a uno de sus hijos a la universidad. El amigo se volteó y le exclamó: “Yo daría cualquier cosa en este mundo para que mi hijo fuese a la universidad.” Entonces, el pastor reflexionó: “¡Qué espíritu tan malagradecido poseo!”
¿Se queja a veces de los platos sucios? Existen muchas personas en diversos países que desearían tener platos, ¡aunque sean sucios! Debemos ser agradecidos en todo.
Regocíjese en las bendiciones del Señor para con su vida. Corte de raíz esa tentación de quejarse y murmurar en su vida hoy.
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