Wednesday, September 9, 2015

UN CLAMOR SIN VOZ

Justo antes de que Jesús sane al hombre sordo en Marcos 7, leemos: “y levantando los ojos al cielo, gimió…” (Marcos 7:34). La palabra para gimió aquí significa un gemido audible. Evidentemente, Jesús gesticuló y un gemido salió de su corazón. Por supuesto que el hombre no podía oírlo, porque era sordo, pero, ¿de qué se trata este gemido?

He leído muchos comentarios acerca de esta escena. Pero ninguno confirma lo que yo creo que el Espíritu de Dios me está diciendo. 
Estoy convencido que Jesús estaba mirando al cielo y estaba en comunión con el Padre y Él estaba llorando calladamente en su alma por dos cosas. Primero, él lloró por algo que solo él podía ver en este hombre. Y segundo, él lloro por algo que él ve hoy, encerrado en los corazones de tanta gente, especialmente los jóvenes

¿Qué vio Jesús tanto en el pasado como ahora? ¿Qué estaba escuchando, tanto en el corazón de este hombre sordo y en los corazones de las multitudes de hoy? Él estaba escuchando un gemido sin voz. Era un gemir del corazón, embotellado, incapaz de ser expresado. Ahora Cristo mismo gimió con un gemir que no podía ser expresado. Él estaba dándole una voz al clamor de todos los que no pueden hacerlo.

Piensa en las tantas noches que este hombre sordo lloró en su lecho hasta quedarse dormido porque nadie lo entendía. Ni siquiera su madre o su padre podían discernir lo que él decía. Cuantas veces trató de explicar cómo se sentía, pero todo lo que salían era sonidos dolorosos y torpes. Quizás pensó, “Si tan solo pudiera hablar, aunque fuera una vez. Si tan solo mi lengua se soltara por un minuto, le podría decir a alguien lo que está sucediendo en mi alma. Gritaría: ‘No soy un tonto. No estoy bajo una maldición. Y no estoy huyendo de Dios. Solo estoy confundido. Tengo problemas, pero nadie me puede escuchar.’”

Sin embargo, Jesús escuchó los pensamientos del corazón frustrado de este hombre. Él entiende cada gemido interior que no puede ser pronunciado. La Biblia dice que nuestro Señor es tocado con los sentimientos de nuestras enfermedades. Y él sintió el dolor de la condición de sordera y tartamudez de este hombre.
—David Wilkerson

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