Una familia de cinco personas se encontraba pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció un anciano, con su ropa sucia y harapienta, que recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa.
Los padres llamaron junto a sí a los niños y les dijeron que no se acercaran al anciano. Cuando ésta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez para recoger cosas del suelo, dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.
Muchas semanas más tarde supieron que el anciano llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales para que los niños no se hirieran los pies.
A pesar de que somos sus creaciones, Dios nos trata a todos por igual, aún en el momento de juzgarnos. Recordemos que tenemos un Dios justo. Ahora piensa que si Dios no hace acepción de personas, ¿Quiénes somos nosotros para hacer distinción entre las personas?
Trata a los ancianos como a ti te gustaría que lo hicieran contigo y promueve un comportamiento similar entre tus hijos.
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