Una viuda anciana tenía un único hijo. Ella era muy pobre y vivía en una pequeña choza en una aldea remota. Ella lo crió a duras penas, sufriendo pobreza y hambres con frecuencia. Cuando el muchacho creció, se unió al ejército del emperador. Él era muy honesto y obediente y siguió estrictamente las enseñanzas de su madre durante toda su vida.
Un día, él pasó a ser testigo de un delito grave cometido por algunos de sus colegas. Ellos idearon un plan para atraparlo, ya que temían que el pudiera revelar el secreto al emperador. Ellos lo acusaron falsamente de un delito de suma gravedad y proporcionaron falsos testigos contra él. El soldado inocente fue arrestado, juzgado y condenado a muerte.
La triste noticia llegó a su madre. Ella se sorprendió. Ella estaba segura de que su hijo era inocente. Había muy poco tiempo restante antes de la ejecución de su amado hijo. No había nadie que pudiera ayudarlos. Así que ella corrió tan rápido como pudo a palacio del emperador para pedir clemencia. Se olvidó de su enfermedad y la vejez y no le importó no tener comida o agua en el camino. Ella estaba completamente agotada y con el corazón roto cuando llegó al emperador y cayó sobre sus pies. Jadeando debido al agotamiento extremo, con palabras entrecortadas ella pidió clemencia. Luego se derrumbó y expiró.
Profundamente conmovido por su cariño y sacrificio, el emperador ordenó que la ejecución del soldado fuera suspendida. Él ordenó una investigación fresca y detallada sobre las acusaciones contra el joven. Él delegó un equipo de justos y honestos oficiales para volver a investigar el caso. Ellos pudieron establecer la inocencia del soldado y reunir evidencias contra los hombres detrás de la conspiración.
El emperador absolvió al soldado y lo liberó de la prisión. Sus enemigos fueron detenidos y encarcelados. El soldado se apresuró hacia el lugar donde estaba enterrada su madre amorosa. Él se echó a llorar y cayó postrado en el cementerio.
Dios dice en Isaías 49:15; ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.
Jesús enseñó en Juan 15:12,13; Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos.
Jesús nos amó infinitamente y murió en la Cruz para salvarnos de las garras del pecado y de Satanás.
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