En una ocasión se hizo una colecta de bienes para ayudar a personas necesitadas. Entre los beneficiaros se encontraba una pequeña niña que desde hace mucho tiempo tenía parálisis en ambas piernas y, por lo mismo, se arrastraba para ir a cualquier lugar, llegando así a maltratar completamente la parte inferior de su cuerpo.
Los organizadores pusieron a la niña en una silla de ruedas semi nueva que se obtuvo en las donaciones. Al ver esto la madre de la niña se sorprendió tanto que no podía dejar de sonreír mientras lágrimas caían por su rostro. Cuando terminó esta escena tan conmovedora, en la esquina del salón, encontraron a una señora llorando inconsolablemente.
Muchos pensaron que fue por lo que acababa de suceder, sin embargo su dolor era aún más profundo, ella explicó: “Hace tanto tiempo tenía esa silla de ruedas guardada en mi cochera porque me costó dinero, tanto tiempo sin usar cuando otros lo necesitaban”. Aquella mujer se dio cuenta que aquella silla de ruedas no era para ella.
Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo. Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá. Marcos 11:1-3
Imagina que el Señor te dijera: “Ve al frente de tu casa y trae la bicicleta que está ahí porque “El Señor lo necesita” ¿Lo harías? ¡Eso fue precisamente lo que Jesús les estaba pidiendo a sus discípulos! Es importante que comprendas que todo lo que tenemos en nuestro poder, en realidad, No es nuestro. Dios nos lo ha dado para que seamos administradores de los mismos. Ese tiempo el burro era un animal de transporte y, aunque tenía un dueño, Jesús lo pidió porque lo necesitaba.
En diferentes oportunidades he escuchado de hombres que se han quitado su abrigo para dárselo a un mendigo que está temblando de frío. Ellos, al atender la necesidad de aquel mendigo, estaban atendiendo al mismo tiempo la necesidad de Dios “A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar. Proverbios 19:17”.
Aunque ese abrigo les puede haber costado mucho dinero, no es nada comparado a la recompensa divina, y para los que entiendan eso no les costará desprenderse de sus pertenencias.
Seguramente tienes algunas cosas que estás administrando mal porque están guardadas cuando podría ser de bendición para alguien que lo necesite.
Hoy te animo a examinar qué es lo que no estás utilizando porque “No es tuyo”. Así como aquella niña necesitaba desde hace mucho tiempo una silla de ruedas, puede haber gente que necesite de aquello Dios te ha dado. No esperes mucho tiempo para administrar bien lo que Él te ha encomendado.
¡Recuerda que si un día alguien te pide algo será porque el Señor lo necesita!
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