Thursday, October 22, 2015

LA BUENA SEMILLA

“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno (San Mateo 13:23 RV 1960).

Mi abuela, a quien  afectuosamente llamábamos “Omi,” creció en el Viejo Mundo -  Alemania, para ser exacta. Ella había quedado  huérfana a la edad de diez años y se fue a vivir con un pastor Luterano y su esposa. Mientras estaba con ellos aprendió mucho sobre el trabajo pesado, ya que  siempre hay  mucho que  hacer en una granja. Pero ella también aprendió sobre Jesús — "Yesus," como ella lo llamaba — y esto le cambió su vida, así como las vidas de muchos de nosotros que hemos sido bendecidos por ser descendientes  de esta maravillosa mujer quien nunca llegó ni a cinco pies altura. Y sin embargo  ella surge grande en mi memoria. Omi horneaba las mejores galletas de mantequilla del mundo, nos contó historias fascinantes de crecer en una tierra lejana y en otra era, y acentuó la necesidad en  nosotros de tener a “Yesus” en nuestro corazón.

También sé que Omni oraba por nosotros, deseando que todos nosotros llegáramos a ese lugar de recibir a “Yesus” como nuestro Salvador. Algunos de nosotros hicimos exactamente eso antes que ella se “graduara al cielo” en 1975, mientras otros aún no lo han hecho.

Uno en particular por quien ella oraba era mi papá. Mi abuela le enseñó sobre “Yesus” cuando él era un pequeño muchacho, pero él rechazó sus enseñanzas y su fe cuando se hizo un adulto. De todos modos, ella siguió orando por él y para el resto de los miembros de  la familia. No vivió el tiempo suficiente para ver que sus oraciones por mi papá contestadas  porque él no vino a Cristo sino  hasta en octubre de 1999, durante la última semana de sus 88 años en la tierra. ¡Pero ah, qué reencuentro debe de haber habido en el cielo!

La cosa importante consiste en que Omi siguió sembrando semillas buenas, confiando en Dios para traer  la cosecha, ya sea que ella estuviera aquí todavía para verla o no. Y así es. Muchos de nosotros hemos estado orando y dando testimonio  y sembrando buenas  semillas durante años, y tal vez viendo poco resultados o ninguno.  ¿Significa esto que Dios no nos oye? ¡Absolutamente no! Dios es fiel, y Él desea ver a la gente salvada más que nosotros mismos. Así es que  independientemente de las semillas que usted siembre hoy — y sin importar el tiempo que usted las ha estado regando  con sus  lágrimas  — no se rinda. La cosecha vendrá en el tiempo perfecto de Dios. “Yesus" es nuestra garantía.
—Kathi Macias

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