La felicidad no es mi destino, es la actitud con la que viajo por la vida.
Cuentan que una pequeña, bien perfumada y orgullosa anciana de 85 años, completamente vestida cada mañana a las 8 horas en punto, con su cabello arreglado a la moda y el maquillaje perfectamente arreglado, se mudaba a un asilo.
Su esposo de 88 años había muerto recientemente, lo que motivó la mudanza.
Después de esperar varias horas pacientemente en el recibidor del asilo, sonrió con dulzura cuando se le dijo que su cuarto ya estaba listo.
Mientras se desplazaba con su andadera hacia el elevador, le di una descripción detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las cortinas que colgaban de su ventana.
– Me encanta- afirmó con el entusiasmo de un niño de 8 años al que le acaban de regalar una nueva mascota.
– Señora Ana, no ha visto aun el cuarto, espere.
– No importa – respondió - La felicidad es algo que decides con el tiempo. Si me gusta o no mi cuarto no depende de cómo estén arreglados los muebles, depende de cómo arregle mi mente.
Ya decidí que me gusta. Es una decisión que hago cada mañana cuando me levanto.
Tengo la elección: puedo pasar el día en la cama repasando la dificultad que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan, o salir de la cama y estar agradecida por las partes del cuerpo que sí funcionan.
Cada día es un regalo, y mientras se abran mis ojos, viviré cada nuevo día con los recuerdos felices.
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