Las presiones las demandas, las expectativas y las tareas exigen por todos lados y agreden nuestro planes. ¡Haz esto! ¡Tienes que estar aquí! ¡Termina eso! ¡Llámalos! Parece como si todo el mundo quisiera algo de nosotros: la familia, el jefe, la escuela, la iglesia, el club. Pronto nos quedamos con muy poco que dar, se nos agota la energía y el tiempo. Nos encontramos corriendo por la vida, atendiendo las cosas necesarias, lo inmediato y lo urgente. Muy a menudo lo importante lo dejamos empolvado. La cuestión no es el volumen de demandas, ni la incapacidad para organizarnos, sino los valores; que es realmente importante para nosotros.
Nuestros valores y prioridades se reflejan en la manera en que utilizamos nuestros recursos: tiempo, dinero, fuerza y talento. Con frecuencia las acciones contradicen las palabras. Decimos que Dios es el número uno, pero luego lo relegamos en nuestra lista de "cosas que debo hacer".
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