Se cuenta la historia de una pequeña niña, ciega de nacimiento. Su madre le había contado con frecuencia de las hermosuras del mundo. Un día un especialista realizó una operación muy delicada en sus ojos. Llegó el día cuando las vendas le fueron quitadas.
La enfermera movió la cama del hospital hacia la ventana y afuera había un bello jardín de rosas en plena florescencia. Lenta y suavemente el doctor quitó las vendas.
La operación fue todo un éxito. Ahora, por primera vez, la pequeña podía ver. Llena de excitación la niña se volvió a su madre y le dijo:
- Mamá, ¿por qué no me dijiste que era tan lindo?
Su madre le respondió:
- Querida, yo traté, pero sencillamente no podía.
Cuando veamos Ciudad Celestial por primera vez algo semejante ocurrirá. Les preguntaremos a los escritores de la Biblia: “¿por qué no nos dijeron que era tan hermoso?” Ellos responderán: “Tratamos, pero sencillamente no pudimos. La realidad era superior a nuestras palabras”.
Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. 1 Corintios 2:9
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