Hoy, viajando en un autobús vi una hermosa muchacha con cabello de Oro, y expresión de alegría; envidié su hermosura.
Al bajarse, la vi cojear. Tenía solo una pierna, y apoyada en su muleta, sonreía.
PERDÓNAME SEÑOR, CUANDO ME QUEJO. TENGO DOS PIERNAS, ¡Y EL MUNDO ES MÍO!
Fui después a comprar unos dulces. Me atendió un muchacho encantador. Hablé con él; parecía tan contento que aunque se me hubiera hecho tarde no me hubiera importado, ya que al salir, oí que decía: Gracias por charlar conmigo… es Usted tan amable, es un placer hablar con gente como usted…
Ya ve, soy ciego.
PERDÓNAME SEÑOR CUANDO ME QUEJO. Y PUEDO VER, ¡Y EL MUNDO ES MÍO!
Más tarde, caminando por la calle vi a un pequeño de ojos azules, que miraba jugar a otros niños, sin saber qué hacer. Me acerqué y le pregunté: ¿Porqué no juegas con ellos? Siguió mirando hacia delante sin decir una palabra… entonces comprendí que no escuchaba.
PERDÓNAME SEÑOR CUANDO ME QUEJO. YO PUEDO ESCUCHAR, ¡Y EL MUNDO ES MÍO!
Tengo piernas para ir a dónde quiero… Ojos para ver los colores del atardecer… Oídos para escuchar las cosas que me dicen.
PERDÓNAME SEÑOR CUANDO ME QUEJO. LO TENGO TODO, ¡Y EL MUNDO ES MÍO!
… NO LE DIGAS A DIOS CUAN GRANDE ES TU PROBLEMA… DILE A TU PROBLEMA ¡CUAN GRANDE ES TU DIOS!
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