Monday, September 2, 2013

¡NO ME SOLTARÁS!

Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Salmos 23:4

El doctor Alfonso debía entregar medicamentos, al único centro de salud de un pequeño pueblo, alejado de la ciudad; en el último tramo antes de llegar, debía caminar por un estrecho y peligroso sendero que rodeaba la montaña,  no podía detenerse ya que quería aprovechar la luz del día para llegar a su destino final, esa era su meta.

Sin embargo una pequeña piedra hizo que resbalara hacia el vacío, pero instintivamente reaccionó agarrándose de una raíz que sobresalía, pensó ¿Qué hago? ¿Quién me ayudará si no vi a nadie en todo el camino? Entonces gritó insistentemente: ¡Dios ayúdame, Dios ayúdame!, pero la única respuesta que oía era solo el silbido del viento.

Estaba agotado y su mano ya no aguantaba más el peso de su cuerpo, así que con gran desesperación pensó en dejarse caer al vacío.  Pero en ese instante alguien lo tomó fuertemente de la mano y entre jalones le arrastró hasta el borde del sendero. Era un hombre robusto de piel canela, habitante del pueblo al cual se dirigía y que lo había estado vigilando todo el camino de manera silenciosa, porque era conocedor de los peligros de la zona. Su silencio y su intervención oportuna salvaron al doctor de un fatal desenlace.

Dios conoce muy bien nuestros caminos, los peligros, las complicaciones y los retos que afrontamos. Tengamos por seguro que el Señor está siempre atento, para que cuando lo necesitemos, El viene en nuestro socorro a tomarnos de la mano. Nunca llega tarde ni se distrae, sino que está mirándonos con la misma atención, con la que un padre observa a su hijo cuando está aprendiendo a caminar.

Aunque andemos en valles oscuros o si estamos en calma Dios está con nosotros, no hay nada ni nadie que nos aleje de su presencia. Su mano está ahí para sacarnos una y otra vez y traernos de vuelta al camino.
 —Soraida Fuentes


Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días. Salmos 23:6

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