Tuesday, May 30, 2017

DISCIERNE

2 Corintios 3:6
El cual asimismo nos hizo ministros de un Nuevo Pacto, no de la letra sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica. 

Las palabras pueden perder su voz. Pueden convertirse en “sustantivos a ser etimologizados, verbos a ser analizados, adjetivos a ser admirados, adverbios a ser discutidos” y, lamentablemente, ni siquiera las Escrituras han estado exentas del destino de perder su voz por medio de la vivisección gramatical, violenta y mortal. 

Los escribas de los días de Jesús poseían un vasto y meticuloso conocimiento de las Escrituras. Las memorizaban, las reverenciaban y sometían cada detalle de sus vidas a ellas, pero evidentemente, ¡no escuchaban la voz de Dios en absoluto! ¡Imaginen eso! Aún hoy, la tinta del impresor sobre las páginas de la Biblia, puede convertirse en fluido embalsamador cuando la Palabra se separa del acto humano de escuchar, que a su vez, dicho sea de paso, debería llevar a creer, seguir y amar. 

Mi declaración inicial del día de hoy, en realidad, parafrasea las palabras de Eugene Peterson de una sección de sus reflexiones diarias llamada ‘Viviendo el Mensaje’. No puedo evitar pensar que está en lo correcto, pues incluso estas palabras, incluso las palabras de Eugene tienen una voz distintiva y de reproche. Sí, incluso estas palabras llevan consigo un poder. Quizá sea porque sabemos que son verdaderas. 

Todavía recuerdo la rana muerta que nos dieron a todos en la clase de Biología y, aún después de todos estos años, el olor del formaldehído perdura en mi memoria con tanta fuerza, como si aún vistiera mi viejo uniforme escolar. En muy poco tiempo, los melindrosos deditos de todos nosotros habían amputado, descuartizado, hecho picadillo y segmentado a la rana y la habían arrojado hacia todos lados; sus entrañas se habían mezclado en el cabello castaño de las niñas que gritaban y, finalmente, lo que quedaba de ella era puesto a un costado para un escrutinio más cuidadoso. Al final, una vivisección tan violenta, solamente había dejado fragmentos de lo que alguna vez fuera un todo reconocible. Sin duda alguna, lo que había quedado sobre las mesas y sobre el piso del laboratorio y en nuestras ropas después de la violenta vivisección, ¡jamás volvería a ser llamado rana!

¡Los ministros del Nuevo Pacto son ministros de palabras espirituales! ¡Palabras de vida y de luz y de movimiento! Palabras que mueven montañas, palabras que quebrantan corazones, que secan ríos, que sanan enfermos, que dan vista a los ciegos; palabras que hacen que la gente camine sobre las aguas, que derriban fortalezas, que rompen fuerzas demoníacas; palabras que sanan corazones rotos, que refractan la luz ¡y que hasta alargan los días! Amigos, las palabras de Dios están vivas y son maravillosas y deberían proyectar largas sombras a través de nuestra alma. Sean muy, pero muy cuidadosos entonces, no sea que en todas sus disecciones y en su, así llamado discernimiento doctrinal, al finalizar lo que quede sobre sus mesas sea solamente una hermosa rana saltarina y croadora. 

¡Hey! ¡Ten cuidado con esas palabras predicador, porque no te pertenecen para experimentar con ellas! 

Juan 6:63 
El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
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Ora: Oh Señor, abre mis oídos para que pueda escuchar las maravillas de Tu palabra. Querido Jesús, permite que vea, no en parte, sino en la totalidad. ¡Amén y amén!

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