Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos. Salmos 32:8
Una de las cuestiones que parecen plagar los hombres hoy en día es la falta de dirección. Nos encontramos con muchas bifurcaciones en el camino que a veces llegamos a ser paralizados por la indecisión. ¡Si Dios me dijera exactamente qué hacer! ¡Si tan sólo me guiaran en la dirección correcta!
Lo que nosotros no nos damos cuenta es que todo el tiempo Dios ha estado tranquilamente con nosotros enseãndonos amorosamente y aconsejandonos. El problema es que no siempre le escuchamos, y cuando lo hacemos nosotros no siempre obedecemos. Obtener la dirección de Dios es una cuestión de aprender a buscarlo y confiar en él en las innumerables opciones "insignificantes" de nuestras vidas. Cuando nuestro corazón está en el lugar correcto, las decisiones más grandes no serán tan difíciles de hacer.
En el Salmo 32:9, Dios nos dice que no seamos como el caballo que sólo puede ser guiado por un cabestro y con freno. Al dirigir un caballo, el jinete debe tirar de las riendas, poniendo presión a través de la punta en la boca sensible del caballo. Es sólo por tener la fuerza aplicada que un caballo irá en la dirección que el jinete quiere que vaya.
Se ha dicho que hay que dar a Dios las riendas de nuestras vidas. Pero Dios no nos pide que le demos las riendas. Solo pide que escuchemos su voz y que le sigamos con confianza.
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