Juan se encontró en la calle con un conocido y lo saludó:
Hola, ¿Cómo estás?
La respuesta fue: Mal, todo mal, cómo quieres que esté con toda esta historia de los problemas económicos y demás?
Juan reflexionó y luego preguntó: ¿Con quién desayunaste hoy?
El conocido contesto: Con mis hijos.
¿Y después ?
¿Después qué?, Después fui a la oficina.
¿Anoche cenaste antes de dormir?
Claro que cené. No iba a ir a la cama con el estómago vacío, ¿no?
¿Y dónde dormiste?
En mi casa, en mi cama.
¿Y con quién?
¿Con quién iba a ser? ¡Con mi mujer, por supuesto!
¿Qué es todo este interrogatorio?
Nada, nada.
Déjame resumir: o sea que cenaste, dormiste en tu cama, junto con tu mujer, desayunaste con tus hijos, fuiste a tu trabajo.
¿Y todo, todo está mal? ¿Todo mal?
Este diálogo muestra la dimensión que cobraron en esta vida, palabras como situación económica, dólar, transferencia, caja de ahorro, plazo fijo y tipo de cambio.
Hoy ocupan todos los espacios, están en sueños, planes y pesadillas; hoy y aquí es imposible hablar sin mencionarlas.
Y en ese afán se perdió, se postergó o se olvidó un instrumento esencial para la calidad de nuestra vida: la caja de ahorro AFECTIVO.
Esta cuenta no se abre en ningún banco y tiene la ventaja de que no puede ser incautada ni confiscada.
Una cuenta de ahorro afectivo es la que tiene como titulares únicos e irremplazables aquellas personas que construyen un vínculo de tipo emocional (una pareja, padres e hijos, amigos).
Revise su caja de ahorro AFECTIVO.
Y ponga su interés allí.
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