Los falsos maestros promovieron una herejía que enfatizaba las normas establecidas por el hombre (legalismo). Tambien ellos buscaron el crecimiento espiritual por medio del cuerpo (ascetismo) y las visiones (misticismo). Esta búsqueda dio origen al orgullo en sus esfuerzos egocéntricos.
No debemos aferrarnos a nuestras propias ideas y tratar de imponerlas en el critianismo. No debiéramos permitir que nuestro apetito por una experiencia cristiana satisfactoria tenga como consecuencia el que confiemos en un maestro, un grupo o un sistema de pensamiento más que en Cristo mismo. Cristo es nuestra esperanza y nuestra fuente verdadera de sabiduría. Amén
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