Saturday, July 26, 2014

SEMBRANDO SIN RENDIRSE

Max y Leonard, eran dos niños que se conocieron asistiendo a la escuela dominical de su iglesia, sentados uno a lado del otro, comenzaron una linda amistad que se fortalecía con el pasar de los años.

Siendo ya ellos grandes, en 1939 estalló la segunda guerra mundial, poco tiempo después su país se vio involucrado y con la necesidad de reclutar soldados, estos dos amigos no dudaron para enlistarse.

Las acciones bélicas parecían cada vez más hostiles y estando los dos juntos en el campo de batalla, una bala le llegó en el pecho a Max. De inmediato, Leonard fue a ayudarlo y tomándolo de su ropa, lo arrastró muy por detrás de la línea de fuego, pero al verlo moribundo sólo pudo decirle:
- Querido amigo ¿Quieres que envié algún mensaje a tu familia?
– Sí, por favor diles que los amo y que muero siendo feliz al pensar en ellos. - ¿Hay algo más que quieras decir querido amigo?

– Sí, a mi maestra de la escuela dominical dile que muero como cristiano, fiel a Cristo y que nunca olvidé las buenas enseñanzas que ella me dio. Entre sollozos y un abrazo fuerte, sólo quedó aliento para decirle: “Nos vemos allí arriba querido amigo”.

Poco tiempo después, Leonard fue enviado nuevamente a su casa y fue a visitar a su profesora de escuela dominical pero, cuando le estaba dando el mensaje, ella comenzó a llorar mientras decía: ¡Que Dios me perdone! ¡Que Dios me perdone! 

Hace un mes renuncié a mi cargo de maestra de escuela dominical porque yo pensaba que mi trabajo con esos niños no servía ni valía para nada, e impulsada por mi cobarde corazón y por falta de fe, abandoné a mis alumnos y ahora, recibo el mensaje de un hombre diciendo que mis enseñanzas lo acompañaron hasta la muerte. ¡Estoy decidida a trabajar otra vez en el nombre de Cristo, y le seré fiel hasta el fin de mi vida!”

La maestra de la escuela dominical de nuestra historia se alejó porque no veía frutos del trabajo que realizaba y quizás, esa es una actitud que se ha hecho demasiado común.

El trabajo constante y la fe en el cumplimiento de las promesas de la Biblia, están siendo fácilmente opacadas por sentimientos de insatisfacción cuando no se obtiene rápidamente lo que se quiere, una desazón cuando aparentemente nuestras oraciones no están siendo respondidas e incluso, una frustración cuando no se ven los frutos al trabajo que se realiza.

Pero la realidad es que ninguna semilla germina al aire libre, todas siempre crecen escondidas, incluso a la vista del sembrador. Por esa razón es importante tener fe en Dios y en sus promesas, creyendo que la semilla que se está plantando siempre dará frutos a su debido tiempo.

Salmos 126:5-6 “Los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría. Aunque lloren mientras llevan el saco de semilla, volverán cantando de alegría, con manojos de trigo entre los brazos.” 

No te sientas mal si aparentemente no ves el fruto del trabajo que estás realizando. Alimenta nuevamente tu fe en las promesas escritas en la Biblia y deja que la constancia sea la corona de tu victoria.

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