Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.
(Daniel 4:34 RV 1960).
¿Se ha encontrado usted alguna vez diciendo algo como, “pienso que estoy perdiendo mi mente”? Yo sí, y es por lo general porque mi cerebro se encuentra sobrecargado haciendo cosas múltiples. Todo lo que realmente tengo que hacer es reducir la velocidad un poco y las cosas vuelven nuevamente a su enfoque.
No fue así de fácil para el gran Rey Nabucodonosor, que había contemplado su Imperio y había alardeado que todo eso lo había logrado con sus propios esfuerzos. Dios rápidamente le dio al arrogante gobernador un vistazo de la realidad, conduciéndolo a los campos a comer hierbas con los animales. No fue sino hasta que levantara sus ojos al cielo que su entendimiento se le devolvió y él finalmente dio la gloria a Dios, reconociéndolo como gobernador soberano sobre todos.
¡Cómo de fácil debe de ser convertirse en alguien como Nabucodonosor, y mirar fijamente sobre nuestros propios pequeños reinos (casa, familia, ocupación, posesiones) y comenzar a pensar que hemos conseguido todo esto por nuestra propia fuerza! ¡Y cómo de importante es conservar nuestros ojos levantados hacia el cielo para no hacer algo tan malo! Aparte de la gracia y la piedad de Dios no podríamos tomar nuestro siguiente suspiro, sin mencionar la acumulación de fama o fortuna. Que no seamos nosotros nunca tan tontos como para pensar que estamos encargados de algo, ya que solo es en Él que “vivimos y nos movemos y somos” (Hechos 17:28).
¿Personalmente, encuentro esto muy consolador, verdad?
—Kathi Macias
—Desde El Corazon Del Padre
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