Que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. 1 Timoteo 3:9
La fe es visión más valor. La fe es el ojo por el que miramos a Jesús. Un ojo que ve poco sigue siendo ojo. El ojo que llora sigue siendo ojo. La fe es la mano con la que nos aferramos de Jesús.
Una mano temblorosa sigue siendo una mano. Es el corazón de un creyente el que tiembla de emoción cuando toca el borde de la túnica de Jesús para ser sanado.
La fe es la lengua con la que gustamos cuán bueno es el Señor. Una lengua puede estar febril, pero sigue siendo lengua. Podemos creer aun cuando estamos sin la menor porción de consuelo, porque nuestra fe no está fundada en sentimientos, sino en promesas de Dios.
La fe es los pies con los que nos dirigimos a Jesús. Un pie que cojea sigue siendo pie. El que a Él se allega aunque sea cojeando, llega.
Habacuc cantó alabanzas a Dios aun cuando vio las viñas sin fruto, los campos quemados y desnudos, los apriscos sin ganado (Habacuc 3:17). Se gozó, porque tenia fe en Dios. Su audaz seguridad de fe le hicieron el profeta de los siglos.
Abraham creyó a Dios cuando todo le era adverso, y "creyo en esperanza contra la esperanza" (Hebreos 11:8-19). Nosotros somos llamados a poner los pies en las huellas de los gigantes de la fe, y seguirlas como ellos siguieron al Señor.
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